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Los treinta y siete capos ¿valen la pena?

Veinte de los treinta y siete capos más buscados por la PGR han caído. Ese fue el comunicado que ofreció el gobierno federal después de informar a la población la captura de Flavio Méndez Santiago “El Amarillo”, fundador y líder de “Los Zetas”. El ya dicho, según Ramón Eduardo Pequeño García, se encargaba del tráfico de indocumentados (que tanto ha avergonzado a nuestra nación), distribución de droga y asesinatos. El comunicado termina refrendando el compromiso que tiene el gobierno federal con la seguridad de nosotros, los mexicanos.
Es curioso el comunicado, pues trata de justificar, con el arresto o abatimiento de estos veinte capos, la sangrienta batalla que, día a día, nos muestran los medios. Veinte personas que, según el gobierno federal, han atentado contra el tejido social, que corrompen a la juventud, que atentan contra la vida de otras personas, directa o indirectamente. Veinte personas justifican que, sólo en el año pasado, murieran, según cifras del gobierno federal, 15 mil 273 personas. ¿Vale la pena?
Querido lector, posiblemente se encuentre indignado ante las anteriores palabras. Posiblemente esté pensando que es una locura dejar por ahí sueltos a treinta y nueve sujetos peligrosísimos (cosa que no defiendo), pero preguntémonos ¿cuál es el costo que hemos de pagar para que estas personas estén aseguradas? No sólo me refiero al alarmante número de muertos, me refiero a todo el daño que ha causado este combate, a la cantidad increíble de huérfanos, a los empleos perdidos, a las vidas destrozadas, pues aquellos muertos, que nos presentan sólo como cifras, seguramente tenían familia, seguramente tenían deseos, al igual que nosotros, seguramente perseguían un bien. Justificar todo este daño por veinte personas ¿vale la pena?
Se me puede argumentar que la lucha es necesaria, que no es una opción dejar que la droga llegue a nuestros fraccionamientos y ponga en peligro la salud de nuestra infancia y nuestra juventud. Ciertamente, es necesario, para la defensa de la moral existente en nuestro país, el combate a los cárteles de la droga, pero las armas no son el único camino. Dicen que con el arresto de estas treinta y siete personas se estará dando un fuerte golpe a la delincuencia organizada, seguramente así será, pero ¿cuántos jóvenes no entrarán este año a las filas de la delincuencia, no sólo organizada?
Hace unos cuantos meses tuve la oportunidad de conocer a personas que reciben entre ochocientos y novecientos pesos mensuales del programa “Oportunidades”. Aparte de este ingreso, tenían un trabajo que, en el mejor de los casos, dejaba tres mil pesos mensuales. Familias enteras, de cinco o seis personas, viven con un ingreso mensual de tres mil ochocientos o tres mil novecientos pesos mensuales. Con ese ingreso se pretende pagar: comida, transporte, estudio (que en algunos casos es un lujo) y servicios (que, en algunos casos, también es un lujo). Resulta ser un ingreso que no sirve para vivir, sirve, más bien, para lograr (en el mejor de los casos) sobrevivir. Recuerdo que aquellas personas difícilmente se les podía ver con alguna otra expresión que no fuera la de angustia provocada por el hambre. Seguramente aquellas personas no se pueden acostumbrar a tener el estómago vacío, y muchas veces (aunque no es razonable) encuentran el ingreso familiar en acciones ilícitas, en la delincuencia. Ante situaciones como esta ¿será posible acabar con los “criminales”?
Parece que el gobierno olvidó, no quiere pensar o no le interesa que “los malos” son humanos que también buscan un bien. Que muchas personas involucradas en la lucha persiguen bienestar para su familia a costa de su propia vida o de su libertad. Nos quieren vender la idea de que aquellas personas son malas y hacen la maldad por el simple hecho de hacer la maldad. Querido lector, no creo que las cosas sean así, creo que esa estrategia mediática sirve para evadir responsabilidades. El gobierno evade la responsabilidad que tiene al no fomentar la inversión y al aceptar salarios miserables para su población, al no crear las condiciones para una sana convivencia.
El objetivo de este gobierno y el de muchos otros son las elecciones, mientras ellos tienen sus ridículas disputas, sus desagradables shows en las cámaras (porque no tienen la mínima civilidad para respetar su propio trabajo), mientras sus insultos llenan las secciones de política de los noticieros, el pueblo muere en una absurda “guerra”, sufre de hambre e injusticia, se enfrenta a la disyuntiva de estudio o comida. Pero no faltan los discursos, aquellos que dicen (con todo el cinismo que en un humano pueda caber) que trabajan por el bienestar de la nación, que su única preocupación es la seguridad y el progreso del país.  
Ese es el enemigo más peligroso, el que tiene la posibilidad de dar el rumbo que se le plazca al país, ese enemigo más cercano a la gente, ese que, gracias a nuestro voto, se encuentra en el poder. Seguramente los capos atentan contra la seguridad del país, pero nuestros políticos van más allá, atentan contra nuestros bolsillos, nuestros recursos, nuestra cultura, nuestro futuro, nuestro país. Vivimos soportando enemigos que han perdido el control de su deseo, enemigos a los que poco les interesa la vida, que se han ensimismado tanto que el mundo no tiene más que signos de pesos caminando por ahí y creen tener poder sobre ellos, enemigos que no necesariamente son los treinta y siete capos.

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