jueves

El juego de la suerte y las palabras



Posiblemente la vida sea un gran juego de suerte, una apuesta interminable entre una y otra opción que se nos presenta a lo largo de nuestro recorrido. Posiblemente esta idea resulta injusta. El hecho es que las opciones a las que apostamos son, necesariamente, opciones que, con anticipación, las hemos creado, es decir, somos constructores y usuarios de un edificio llamado vida.
Cuando ando por la ciudad sin rumbo fijo, andando de fraccionamiento en fraccionamiento, viendo casas lujosas donde viven nuestros representantes y los más acaudalados empresarios, donde el hambre y el frío no se conocen, hogares en los que la pregunta, sincera y llena de angustia, ¿qué comeremos mañana?, nunca se formuló; y, por otra parte, aquellas casas que se alejan del lujo, que más bien son miserables, donde vive el obrero, el jardinero y el barrendero, donde la igualdad es una quimera, donde se sabe que no hay futuro, el pasado es algo así como una historia de supervivencia y el presente es, simplemente, sufrimiento. ¡Es increíble todo lo que puede decir la fachada de una casa!
Andando en esos paseos siempre me formulo la pregunta ¿Qué hicieron esas personas para merecer eso? La pregunta surge no sólo con respecto a los hogares más humildes, sino también a los más lujosos. La mayoría de las veces la respuesta es: nacer. Y sucede que cuando nacemos somos herederos, no sólo de valores y tradiciones, somos herederos de la condición social que se ha construido, si nuestros padres vivieron en la opulencia, lo más seguro es que nosotros también lo hagamos; si nuestros padres vivieron el la miseria, lo más seguro es que nosotros seamos miserables también. ¡Perverso juego de la suerte!
No es tan simple explicar por qué alguien que nace en la miseria siga, de generación en generación, en la miseria. Tampoco es tan simple dar solución a este problema. El comunismo es una respuesta y, aunque resultó un gran fracaso, nos deja una gran lección: el hombre tiene sed de igualdad, de vivir en un lugar en el que las opciones sean iguales para el hijo del jardinero que para el hijo del empresario.
Sin embargo, es casi una regla que las opciones que se presentan a una persona que vive en la miseria, lo conduzcan a la miseria; al igual que las opciones de una persona que nace y vive en la opulencia continúen conduciéndolo por el camino de la opulencia. ¿Falta de oportunidades? Yo lo llamaría falta de condiciones de igualdad. Es una gran injusticia ver a la infancia miserable marchar por la vida sufriendo hambre, frío, discriminación, violencia y un futuro asegurado en la delincuencia y la cárcel o la muerte, mientras la infancia opulenta disfruta de una vida llena de lujos, abundancia y un futuro asegurado, ya sea como delincuente en la política, ya como explotador en la empresa de su antepasado.
Hace no mucho me enteré, por boca de la novia de un buen amigo, de las condiciones tan precarias en las que viven muchas personas en nuestra entidad, me contó sobre un niño que, visto con sus propios ojos, quitaba un pan a un perro, conseguido de la basura. ¿Qué culpa tiene un niño para sufrir esto? Es simple, la culpa de haber nacido en un lugar donde la pobreza y el hambre reinan, donde los políticos, esos idiotas que dicen representar al pueblo, sólo velan por sus propios intereses, y donde la sociedad prefiere cerrar bien lo ojos y evitar todo tipo de experiencia que le muestre la injusticia en la que vive, la miseria que, día a día, cobra la vida y la muerte de muchos.
Mientras sigamos apretando las pupilas, mientras sigamos confiando en que los políticos serán los que, por dictado de su putrefacto corazón, cambien las condiciones, mientras sigamos pensando que nuestro actuar político se limita a insertar una papeleta en una urna y la lectura la sigamos viendo como una pérdida de tiempo, mientras no expresemos nuestras ideas más allá de lo que nos dictan las redes sociales, esto seguirá igual.
Cuántas bellas palabras adornan los discursos de los candidatos en las campañas electorales, cuántos discursos emotivos, pero infértiles, nos presentan aquellos que tienen el poder, todos ellos presentando al portador de aquellas dulces palabras como un enemigo acérrimo enemigo de la marginación, la pobreza y la desigualdad; palabras que disfrazan a un monstruo como un humano (¿o que lo muestran más humano que ninguno?).
Cuando arrojamos las palabras, estas viajan sin que tengamos la certeza de cómo llegarán al oído de la persona que nos escucha, sin embargo nos podemos dar una idea. Me gusta compararlo con un barco de papel que arrojamos a la corriente del agua, si sabemos que la corriente lleva a una caída que puede hundir el barco y hacerlo pedazos, nos ahorramos la decepción y buscamos otra corriente que lleve a buen término nuestro navegar en la corriente o fortalecemos el barco para que resista la caída. Si un político arroja palabras sin sentido, como suelen hacerlo en nuestro estado y en nuestro país, a un pueblo consciente, hábil para decidir, informado e interesado en lo que sucede en la política (porque sabe que las decisiones que tomen los representantes repercutirán en su vida cotidiana) lo tomarán como un pobre imbécil, digno de compasión. El político tendrá que ser más prudente con las palabras que arroja y las decisiones que tome. Si el pueblo es desinteresado, inconsciente, imprudente e ignorante, aquellas mismas palabras del político imbécil serán los grandes discursos transformadores. Por desgracia este último caso es el de nuestro país.
En estos tiempos de regalos, en los que hacemos patente la suerte que tenemos de nacer en un hogar en el que las necesidades básicas están aseguradas, en el que nos damos el lujo de regalar objetos costosos, preparar banquetes que llenarán, hasta el hartazgo, nuestros estómagos, sugiero que nos regalemos consciencia, de eso depende, en gran parte, un futuro mejor.

domingo

¿Progreso Para Todos?

Todavía no hace un mes que inició su mandato el nuevo gobierno y ya comenzaron a repartiste el pastel. Es curioso ver que el slogan de este nuevo gobierno es “Progreso Para Todos”, más sin embargo parece que el progreso es solo para aquellos incondicionales del nuevo gobernador, para aquellos que lo apoyaron en su campaña, y por lo tanto “agarraron hueso”. Basta con ver a su famoso gabinete, puro conocido priista de viejo cuño, y no conocidos por honestos si no por otras cosas. Creí que se iba a tratar de un gobierno que pusiera en los altos mandos a gente capaz, honrada y sobre todo comprometida en un desempeño en beneficio de la sociedad, pero tal parece que me equivoqué, ya andan comidita tras comidita derrochando el dinero del pueblo en restaurantes de lujo, carros del año, y, porque no, con motivo de la navidad, unas buenas vacaciones con la familia en el extranjero, todo con cargo al gobierno y por lo tanto al pueblo que lo mantiene.
Una de tantas cosas con que se comprometió en la campaña el ing. Lozano fue a generar una buena cantidad de empleos, subir los sueldos de hambre de tantos trabajadores existentes en el estado, acabar con la inseguridad y generar inversiones productivas para Aguascalientes. Hasta hoy no hemos visto avance en ninguna de esas “promesas” , en cambio a unos días de que comenzó el nuevo gobierno y de que ratificaran el General Eddy en su cargo ya se han suscitado más de tres “ejecuciones” (es curioso como el término ejecución, hasta donde sé, no está tipificado en la ley, es algo acuñado recientemente, pero en realidad no es más que un asesinato), los comerciantes siguen siendo extorsionados increíblemente en plena zona centro, sigue habiendo “levantones” de gente presumiblemente “inocente” y ni qué decir de los robos a casas o de los cristalazos que, en lo poco que va de este mes, siguen a la alza. Y claro, el desempleo está a orden del día: son más los que se quedan sin trabajo a diario que los que se contratan.
No es que piense que las cosas van a cambiar de la noche a la mañana, porque no es así, pero creí que este gobierno tendría un plan de acción con el cual se empezaría a ver desde el principio el cumplimiento de compromisos y promesas; pero insisto en mi idea de que lo que necesita nuestro estado, y México en general, no es sólo un gobierno nuevo, si no que cada uno de los ciudadanos actúen, que estén pendientes de lo que hacen sus gobernantes y pidan cuentas cuando el funcionario no actué por el bien del pueblo y en dado caso, que pidan su cese definitivo del cargo, ¿qué nosotros no fuimos los que los elegimos? Estamos en todo derecho de exigir lo que tanto prometieron, mínimo que cumplan con su trabajo porque el compromiso es con cada uno de nosotros, con cada ciudadano que dio su confianza para que ellos estuvieran en el poder y no con el señor gobernador que les dio el “hueso”.
Como escribía hace poco, mi sueño seria ver cómo rebajan el sueldo a tanto funcionario que gana miles de pesos, cómo se les quita su apoyo y su aguinaldo de más de 400 mil pesos a los señores diputados para hacer que el señor barrendero (que muchas veces, estoy seguro, es mucho más honesto que muchos de nuestros funcionarios) tenga un salario digno, para que gente pobre, no solo pobre económicamente si no de salud, educación, cultura, tenga por fin una oportunidad de salir adelante, no necesitamos de un gobierno que les dé despensas, o semanas de vacunación, necesitamos un gobierno que les dé la oportunidad de valerse por ellos mismos, de trabajar, de abrir los ojos y que aquellos que infringen la ley en realidad los castiguen sin importar su estatus social, sin importar que sea conocido de fulano o mengano. Pero como dije es mi sueño, y tal vez se quede solo en eso.

jueves

El Sexenio Que Termina...

Una administración sale y otra entra al poder político del estado, como dentro de un mes lo hará la administración municipal, ante esto resulta importante realizarse a uno mismo y a los gobernantes una serie de preguntas; entre ellas debemos cuestionar si el gobierno saliente cumplió todas y cada una de las expectativas que tuvimos previstas a lo largo de su mandato. Pero al intentar responder esta cuestión es importante alejarnos de todo apasionamiento y fanatismo, y ser verdaderos jueces en la cuestión.
Es bonito leer o haber escuchado el sexto informe de gobierno del ahora Ex Gobernador del estado y leer/escuchar como entrega “todo” mucho mejor que como lo recibió, que según dijo rebasó y por mucho las metas que se tenían establecidas, que se va “con las satisfacción del deber cumplido” y para ello da una serie de números, como por ejemplo, en el ramo de la educación menciona la creación de más de 50 nuevos planteles que van desde la educación primaria hasta la creación de universidades tecnológicas como la de El Llano o la de Pabellón, además de muchas escuelas que se ampliaron o se rehabilitaron; se menciona también en el informe final de gobierno que se le dio importancia a la cultura por ejemplo con la creación de la universidad de las artes, el festival de las calaveras, la rehabilitación de las casas de la cultura en todos los municipios, así como del museo J. Guadalupe Posada y el Museo de la Insurgencia. Por otro lado, también se habló acerca de las acciones implementadas en vivienda, que, según los números, ascienden a más de 55 mil acciones en este rubro, ganando durante 5 años 7 premios nacionales de vivienda por haber dejado de construir “pies de casa”, como se hacía en administraciones anteriores, para, en cambio, entregar casas sin ningún demerito arquitectónico, además de la creación de muchos fraccionamientos, no sólo para la gente de bajos ingresos sino también para la gente de clase media. Pues bien, no intento hacer todo un recuento de lo que el señor Ex Gobernador del estado dijo en su informe final de actividades, porque me llevaría muchas páginas que considero innecesarias, en cambio, le ofrezco, querido lector, una reflexión (en caso de que no pueda hacerla usted mismo) acerca de los rubros antes mencionados. Para empezar es bonito hablar del montón de espacios educativos de reciente creación, con tecnología de vanguardia e impresionante infraestructura, pero cabría aquí preguntarse ¿de qué sirve tener los mejores planteles si la educación sigue siendo deficiente?, porque no me diga usted, querido lector, que los alumnos de primaria, secundaria o preparatoria salen bien educados de sus respectivas escuelas, si bien es sabido que la calidad de los profesores, como de los planes de estudio, es altamente deficiente; si es bien sabido que se tienen programas que, los más nuevos, son de hace más de siete u ocho años, lejos de las necesidades que se requieren en la actualidad. Los alumnos siguen padeciendo de bajas calificaciones y rezago en el sentido de aprovechamiento, también hay que mencionar la gran cantidad de adultos mayores que existen en el estado con analfabetismo; ah pero qué bonito es tener escuelas de primera aunque se tengan profesores de segunda o tercera, pues claro no por nada el sindicato de maestros es de los más corruptos. Y qué decir acerca de la cultura, es muy cierto que se creó la universidad de las artes, claro no para gente puramente con talento sino más bien para gente que la puede pagar, y los museos muy bonitos quedaron, lástima que se les dé tan poca publicidad, que están como siempre vacíos, ocupados de vez en cuando por gente que entra para hacer tiempo mientras es la hora de entrar a la misa, y lastima aún más por la muy poca oportunidad que se le ha dado a los artistas que existen en el estado y que andan buscando donde exponer su obra, y como no conocen al fulano del ICA pues no tienen chance de exponer lo que tienen para mostrar y se ven en la necesidad de andar limosneando en cafés la oportunidad de exponer su arte.
Por ultimo hay que decir que es totalmente cierto lo que dice el Señor de los Rayos. Yo para nada he querido dar a intuir que dijo mentiras, a menos que se considere una verdad a medias como mentiras, pero eso se lo dejo que lo juzgue usted atento lector. En el rubro de vivienda creo que son pocos los que se han puesto a pensar lo que la creación de nuevos fraccionamientos afecta al estado, en primera por acabarse las reservas naturales como el agua, que de por sí ya se ve que es poca, recuerde como hace unos años salía agua de la llave todo el día, y ahora se vuelve más fundamental tener tinaco o aljibe, pues el suministro se ve sólo unas cuantas horas al día, además no sé si usted se ha fijado que lo que, según eso, es una reserva protegida, “La Pona”, la han estado construyendo por la parte que colinda con Santa Anita. Claro, esto al margen de lo que pueda opinar el organismo encargado de “proteger” dicha reserva; además debo de mencionar el negociazo que resulta ser el Instituto de Vivienda, pues, imagínese usted, le prestan del dinero que usted ha estado ahorrando durante años, el cual le rebajan un tanto porciento mediante nomina, pues bien, le prestan, por decir algo, 200 mil pesos digamos a 15 o 30 años, pero resulta que usted tiene que “pagarle” ese dinero al Instituto de Vivienda, pues nada más se lo está prestando, pero la cosa no para ahí, además se lo tiene que pagar con intereses, lo que hace que lejos de pagar los 200 mil que le prestaron resulta pagando hasta el doble, pero ¿Qué no era su dinero?, ¿en dónde está el apoyo y la oportunidad? No cabe duda que es más redituable el IVEA que cualquier banco, tal vez se parece al IMSS que siempre está cobrándonos por tenernos asegurados y pocas veces utilizamos sus servicios, ¡ah!, pero cuando lo usamos recibimos una atención deficiente y aparte de mala gana de parte de los doctores que, vale la pena decirlo, no ganan cualquier cosa, pues es de los trabajos mejores pagados y con mejores prestaciones, además de que las instalaciones siempre están en las peores condiciones: insalubres y poco propicias para que el enfermo se recupere de forma satisfactoria. Pero bueno, en cambio en el informe de gobierno se nos dice que somos de los primeros lugares en salud, quién sabe cómo sea eso.
Además debemos de recordar como este sexenio fue en el que más se enriquecieron las constructoras, no solo de las que es dueño el señor Ex Gobernador, sino casi todas por igual, pues se le permitió hacer fraccionamientos con muy bajos costos y pocos requisitos de autorización, y ni que decir de que en el Informe se nos dice que reactivo la economía del estado, además de la reactivación de la industria minera en el estado de Tepezala, pero lo cierto es que esa industria minera resulta ser del señor Slim personaje por demás rico y poderoso que lejos de ayudar económicamente a los vecinos de Tepezala, los explota pagándoles salarios de riza, además de adueñarse de las tierras colindantes con las minas o bien son pagadas a unos cuantos pesos por metro cuadrado.
Usted querido lector, ¿sintió en este sexenio que termina que le duraba más su sueldo?, ¿que adquiría mayores y mejores bienes con lo que gana? O ¿en algún momento le aumentaron el sueldo lo suficiente para que no se le hiciera difícil comprar lo necesario para sobrevivir?... Entonces ¿Para quién fue un buen gobierno?, ¿Para aquellos que bebieron de la vaca gorda del erario del pueblo? Creo fue un buen gobierno para los de siempre, usted ya sabe quiénes.
Tenga apertura estimado lector, infórmese, que no le den gato por liebre, si no le dan lo que le prometieron, si no está conforme con los resultados, si no se cumplieron sus expectativas no solo se queje, ¡actué!

lunes

Una imagen vale más que mil palabras...




No hay cosa que pueda reflejar de mejor manera a nuestros Gobernantes que esta imagen... Incluso los simios son más civilizados.
Juzgue usted si me equivoco.

Cortesía: http://www.banksy.co.uk/

Y otra que nos dice cómo somos...





Mejor los simios ¿no?


Cortesía de nuestros simios, perdón, diputados...

Desde hace diez años...

Tengo muchas cosas que agradecer a mis padres, pero sobre todo agradezco que me permitieran crecer sin prejuicios, agradezco que jamás que hubieran impuesto una religión y agradezco que me hayan dejado formarme un carácter y pensar libremente a pesar de mis tropiezos, pues eso me ha permitido ver las cosas de la manera que las veo hoy en día. Estaba revisando unos discos que hace años quemé como respaldo de mi antigua computadora, por casualidad en uno de esos discos me encontré algunas cosas que había escrito allá por el año dos mil. Extrañamente en esos textos cuestionaba la vida, cuestionaba el hecho del porqué muchas personas tenían posibilidades de viajar, tener una casa, estudiar en una buena escuela, tener un automóvil, hasta cuestionaba el porque me había tocado a mí vivir de la manera en la que estaba viviendo, me quejaba de la falta de oportunidad para estudiar, y sobre todo de la falta de trabajo digno, pero nunca desde que tengo uso de razón he podido quejarme de pasar hambre o frío, porque a pesar de las condiciones económicas por las cuales hubiera tenido que atravesar mi familia siempre hubo aunque sea frijoles para llenar. En ese tiempo comenzaba a ver cómo me discriminaban y me hacían a un lado por hecho de no pensar como la mayoría, me hice vegetariano por defender a los animales, me comenzó a gustar escuchar la música punk, y sobre todo comenzó a interesarme el anarquismo, leía a Mikhail Bakunin y Pierre-Joseph Proudhon, sinceramente sin llegarlos a entender del todo, pues apenas contaba con 15 años, creí que aspirar a vivir en colectivos era lo que más convenía, creí que no tener gobierno, ni amo, ni dios era lo máximo, era partidario de asistir a mítines y marchas en la exedra por apoyar cualquier causa que consideraba justa, incluso se organizaban “colectivos libertarios” para aprender sobre el anarquismo y cómo luchar contra el sistema, afortunadamente considero que maduré un poco y me di cuenta que lo que estaba haciendo no servía absolutamente de nada, empecé a darme cuenta de la desigualdad social y económica que existía en el estado, veía como sufría la gente y como cada vez se veían más y más individuos pidiendo dinero en las calles, deje de ser vegetariano pues qué diablos me importaba un animal si veía por las que estaba pasando el ser humano, consideré más importante ver y hablar sobre los derechos de los hombres antes que preocuparme por cualquier animal, me di cuenta que el camino no era no tener gobierno, ni amo, ni dios, sino más bien tener el gobierno, el amo y el dios que necesitábamos, que al final de cuentas era lo que nos iba a hacer salir de hoyo en que nos encontramos, que nos iban a recuperar de nuestra condición de seres humanos, íbamos a tener dignidad nuevamente. Querido lector estoy hablando de hace diez años atrás, antes de que existiera la inseguridad que impera en estos días, antes de que la corrupción fuera tan descarada como ahora, antes de que se suicidaran niños de quince o dieciséis años por no encontrar salida a los “problemas”, Mucho antes de evidenciar que somos más bestias que humanos, a fin de cuentas.
Hoy en día y después de haber obtenido por fin un buen trabajo, digno, que me permite superarme económica y personalmente, y sobre todo que me permite escribir estas líneas que, al final de cuenta, es lo que más me gusta hacer, hoy que quiero formar una familia, hoy que pienso en darle lo mejor a mi futura esposa, no he dejado de ver ni de importarme los problemas que aquejan a nuestra sociedad, y por ello humildemente por medio de este blog intento seguir haciendo conciencia de que necesitamos actuar, necesitamos cambiar primero nosotros para motivar un cambio en los demás. No hay que ser egoístas y pensar que con el hecho de uno estar bien lo demás no importa, usted, querido lector, podría contestarme ¿qué es lo que nos hace ser humanos? Cabe decir que no busco que me conteste de una manera filosófica, ni científica, busco lo que usted siente, porque yo pienso que lo que nos hace humanos es la filantropía, el hecho de poder preocuparnos por el otro, por los que son de nuestra especie y están en peores condiciones que nosotros, es lo que considero al final nos diferencia de los animales, el saber usar la razón para lo que vale la pena usarla, para salir del hoyo en el que estamos, para aprender de los errores que a lo largo de la historia hemos cometido, superar tantas vejaciones, tantas matanzas sin sentido, que nos han hecho pensar que esa es la naturaleza humana: ser malo y destruirlo todo. Muéstreme, querido lector, que estoy equivocado y que hay esperanza de que el ser humano es algo bueno para el mundo, o ¿deberíamos aceptar de una vez por todas que nuestra verdadera naturaleza es ser egoístas, destructivos y malos?

jueves

Todo Sigue Igual...

Considero es fácil hacer marchas, plantones, huelgas, y mítines. Resulta bastante difícil cambiar conciencias, creencias y modos de pensar, pero resulta todavía más difícil abrir los ojos de la gente e impulsarlos a actuar; no es uno ni dos los que a diario se muestran inconformes con las cosas más variadas, desde el salario tan bajo que obtienen por su trabajo, el estudiante que se queja o de las altas cuotas de instituciones educativas o por la deficiente educación que recibe; aquel que se queja por no haber obtenido un lugar en una escuela, secundaria o preparatoria, disque que porque no hay lugar para todos dicen las autoridades; la ama de casa que ve que cada día logra comprar menos cosas con el “chivo” y ante ello hace hasta lo imposible para ahorrarse unos centavitos ya sea comprando en los lugares más económicos o incluso comprando cosas de no tan buena calidad, pero sabe que no lo va poder hacer mucho tiempo pues el jitomate, el aguacate, el frijol, todo está cada día más caro y a ella le dan a la quincena el mismo “chivo”, pues su esposo recibe exactamente lo mismo cada quincena a pesar de que la gasolina aumenta más y más, a pesar de que cada día gasta más en trasportarse de su casa a su lugar de trabajo y viceversa, y a pesar de que tenga ya varios años trabajando para la empresa que trabaja. En general podemos encontrarnos a un México inconforme, descontento, cansado, y donde quiera escuchamos voces que dicen “ya basta”, vemos surgir líderes que siempre creemos nos van sacar del apuro, decimos “este sí va cambiar las cosas” y atención porque hablo sólo de políticos, porque las conciencias, la manera de pensar se puede intentar cambiar desde un salón de clases, en una tertulia tomando un cafecito, hasta con los amigos disfrutando de unas buenas cervezas. No digo que esto sea suficiente porque obviamente no lo es, el amigo después de las cervezas no se le vuelve ocurrir pensar (menos actuar) sobre la escasa posibilidad que tienen de alimentarse sus vecinos de Norias de Paso Hondo, mucho menos el compañero del café se le ocurre detenerse a tirar la basura en su lugar contribuyendo así a que exista menos contaminación en la ciudad, ni que decir de los alumnos que nada más suena la campana de fin de clases y olvidan que la democracia no ha demostrado ser la mejor forma de gobierno y por lo tanto seria tiempo de pensar en una mejor.
Se ha escuchado constantemente, de un tiempo para acá, que no tarda en estallar una revolución social, que no falta mucho para que el pueblo se levante en armas contra sus gobernantes y contra sus patrones, que el pueblo ya está cansado de tanta injusticia, que ya mero llega quien va cambiar la cosas, y yo no dejo de preguntarme: ¿cando es ese “ya mero”?, ¿qué tanto es ese tiempo que ha tardado cientos de años en llegar? No me diga usted, querido lector, que la injusticias sociales o la desigualdad económica es de solo 10 años la fecha, porque no es así, a mis padres y a mis abuelos antes que a ellos, les tocó vivir lo que es ser explotados por unos cuantos pesos, mientras que las empresas, y los patrones obtienen ganancias exageradas, lo que a ellos o a mi nos pagan, por hacerlo, diez pesos, ellos lo venden en 50 o hasta más.
No puedo evitar en este punto recordar lo que decía un filósofo muy querido para mí acerca del pensamiento (me refiero a George Steiner, en su libro diez (posibles) razones para la tristeza del pensamiento), creía que era demasiado dudoso creer que algo que a mí se me hubiera ocurrido no hubiera sido pensado por alguien más. Considero tiene razón, pues yo no soy el primero que ve las injusticias sociales, yo no soy el primero en tratar de hacer conciencia, y mucho menos soy el primero en intentar actuar porque no me gusta el México en el que vivo, y el problema radica precisamente en eso, en que no soy el primero, lo que me hace inevitablemente pensar: ¿por qué antes no ha funcionado?, ¿por qué todos esos cientos de personas inconformes no se unen y alzan la voz?, ¿por qué esos millones de personas que no tienen el México que desean no actúan para cambiarlo?, ¿por qué esperan un mesías que les diga cómo y cuándo hacerlo? ¿Qué opina usted querido lector? ¿Vivimos así porque es lo que merecemos?
Me gustaría tener las respuestas para compartirlas con usted, desafortunadamente todo me inclina a pensar que se debe a nuestra naturaleza como mexicanos, a nuestra pereza, a nuestro constante esperar a que lo haga alguien más.

Una de polecias...

Hoy fui a visitar a un viejo amigo que, a causa del desempleo, se vio en la necesidad de dedicarse a la venta de películas pirata o dicho más elegantemente se dedica a vender clones de películas. Entre la plática salió la pregunta obligada de cómo le estaba yendo con el negocio, triste y enojado me contestó que desgraciadamente ésta era la última semana que iba a dedicarse a eso. Supuse en principio que era debido a que no vendía los suficiente para mantener a su esposa e hija pequeña, pero inmediatamente comenzó a decirme que la razón se debía a que ayer por la tarde le “cayo la ley”, contrario a lo que pudiera haber pensado yo (que en ese momento fue que le habían reventado el negocio) continuó diciéndome que los policías estos de patrullas azules con gris (estatales) le habían dicho que tenía dos opciones para seguir en el negocio: 1.- que se iba a tener que reportar mensualmente con la cantidad de cuatro mil pesos, a cambio de que los sujetos estos, que según ellos su lema es “proteger y servir”, lo dejaran trabajar sin problemas, o 2- que les iba a tener que comprar a ellos todo lo que vendiera. (Cabe aclarar que mi amigo no es más que un vendedor de bajo nivel pues él mismo ha descargado las películas de internet y las almacena en su computadora para después irlas quemando). Lo que querían estos policías era venderle a mi amigo las películas, que quien sabe dónde consigan, para que él las vendiera en su “negocio”. No quiero discutir aquí el hecho de que si la piratería está bien o mal, en mi muy particular punto de vista mi amigo sólo está intentando ganarse la vida a falta de oportunidades de trabajo, y lejos de andar robando o haciendo cosas que directamente afectan a ciudadanos comunes y corrientes prefirió dedicarse a esa actividad que menciono, supongo que a las compañías multinacionales dueñas de casas cinematográficas solo les está quitando unos cuantos pesos que ni les van ni les vienen. Pues bien, mi amigo luego de contarme ese hecho continuó diciéndome lo impotente que se sentía ante el hecho de que es la misma “autoridad” los que le impiden trabajar, y por ende llevarles de comer a su familia y que además lo amenazan para que haga lo que ellos ordenan. Inevitablemente recordé que hace como 15 o 22 días fui detenido por un oficial de tránsito municipal, argumentando el señor que había dado un vuelta en “U” en lugar prohibido; yo de manera educada le respondí que no había ningún señalamiento que indicara que la vuelta en “U” estaba prohibida; estábamos en esa discusión cuando se unió a el otro patrullero, solo que este era policía, se bajó de la patrulla y con tono déspota le pregunta al oficial de tránsito que si le hablaba al ya tan temido alcoholímetro, a lo que respondió que lo más seguro es que sí, que le fuera hablando. En ese momento yo reaccioné e interrumpí diciendo que de qué se trataba, que no había tomado una sola gota de alcohol que me dirigía a mi casa y siempre pasaba por ese mismo lugar sin problema, a lo que el policía respondió palabras más palabras menos: mire amigo se le va multar por la vuelta prohibida, además por el alcoholímetro, no hablamos de pocos pesos, mejor hay que arreglarlo aquí en corto antes de que lleguen los de la prueba, le va salir más barato nada más lo de la vuelta. Yo ya molesto, y tal vez incorrectamente, le dije que si se trataba de dinero que no traía más que veinte pesos, suponiendo que no les iba llegar al precio, irónicamente el policía me dice, “bueno de perdido para el cafecito” y yo de “¡chin!, no se crea ya me acordé que no traigo nada, es más ni cartera traigo”, afortunadamente era cierto (excepto que si traía los veinte pesos), “así que si quiere nos esperamos al alcoholímetro, les va salir más cara la gasolina nada más para que vean que el único alcohol que tengo en la sangre es el del enjuague bucal de la mañana”. Por supuesto los oficiales no iban a quedar muy contentos con mi respuesta, y así fue que me hicieron vaciar todo lo que traía en las bolsas en el cofre de una de las patrullas, mientras que uno revisaba el carro, según ellos en busca de botellas. Pues bien, entre las cosas que puse en el cofre estaba el billete de veinte pesos, el policía lo agarró se lo guardó y me dijeron que me fuera y que no me querían volver a ver por ahí porque a la otra iba irme peor por quererme pasar de listo. El hecho aquí no es el “robo” de mis veinte pesos, sino que inevitablemente pienso: un policía es tan pero tan corrupto como para venderse por V-e-i-n-t-e pesos, imagine, querido lector, lo que no hará por la cantidad de dinero que les da el crimen organizado; cree usted que sus superiores no están enterados de los actos de atropello que cometen, por ejemplo en el caso de mi amigo vendedor de piratería, y todavía las autoridades quieren vendernos la idea de que se está acabando con la corrupción de las filas policíacas, si es bien sabido por todos que los altos mandos están metidos hasta el cuello en el lodo, es más son ellos, me atrevo a decir los que propician que sus subordinados cometan los actos de corrupción que cometen. Lo malo es que todavía tenemos que preguntarnos ¿hasta cuándo se acabará con todo esto?, ¿qué no vemos a diario que muchos de los crímenes que cometen están liderados por policías? ¡Que tristeza! Es el México en el que vivimos, ¿sabrán los hijos(as) de estos señores corruptos que el pan que les lleva su padre está lleno de sangre, que es resultado de actos de corrupción? Señores se predica con el ejemplo, va para ustedes también señores diputados y senadores, ¿están contentos y conformes con el sistema de justicia que han creado y se atreven a mantener?, ¿creen que la mentira de ese “mando único” va venir a salvarnos? Estamos viendo que no funciona, y ni funcionará porque, como dije, la corrupción está desde las mismísimas entrañas del sistema, todo el sistema está contaminado, por lo tanto el sistema no funciona.

Los ricos más ricos, los pobres más pobres

Hablar de desigualdad social parece ser algo cotidiano, incluso muchos nos hemos acostumbrado a ello, no como los pobres a la pobreza, pero es común ver y enterarnos por cualquier medio de funcionarios públicos con sueldos elevadísimos, más de 30 o 40 mil pesos mensuales, además de que se las da “apoyo” de gasolina, alimentación, incluso a unos hasta carro del año se les proporciona para el desempeño de sus funciones. Lo que es de preocuparse es que estos mentados funcionarios tienen trabajos que deberían de realizarse por puro amor al pueblo, es decir, los diputados, senadores y funcionarios públicos de alto nivel en teoría trabajan por y para el pueblo, pero desgraciadamente esos sueldos tan elevados que se les paga han convertido a esos puestos en un negocio, (el más lucrativo de todos, pues la cosa no para en el sueldo y los apoyos sino que ademas se les da la oportunidad de encajarle la uña a otros piquitos más como los “favores”, el tan mentado “échame la mano y yo me pongo guapo contigo”, no es difícil ver estos favores que menciono, pues existen fraccionamientos en lugares que no debieron ser autorizados, permisos de venta de alcohol y tabaco cerca de centros educativos, puestos fantasma para familiares del funcionario que los introducen dentro de la nómina pero sin desempeñar ninguna actividad propiamente o el ya tan famoso “son asesores” y un sinfín de abusos de poder, perdón de favores, que podría mencionar y esto se volvería una lista lejos de ser una reflexión). En la actualidad quien busca ser senador o diputado está lejos de querer ayudar al pueblo, al contrario busca vivir a costillas del pueblo, busca una vida de comodidad y riqueza, yo me pregunto y ruego a usted querido lector se pregunte conmigo: ¿Qué no esos puestos lejos de ser tan bien pagados deberían de ser realizados por altruismo? Imagino, solo por el deseo de soñar con un México justo, todo el dinero que se ahorraría el gobierno disminuyendo hasta el 80 o 90% del sueldo de todos los senadores y diputados, que insisto trabajan por y para el pueblo, claro además de disminuirles sus aguinaldos, sus ingresos para “gestión social”, sus “apoyos” que recordemos ascienden a más de medio millón anual por cada uno; imagino en todo lo que podría ser bien utilizado ese dinero salud, educación, alimentación, todo para los que menos tienen, pero cómo van a entender estos señores las necesidades de la gente que gobiernan si solo estrechan sus manos profiriendo un montón de promesas que jamás van a cumplir, cómo van a sentir estos señores lo que sufre el pueblo si ellos comen en bandejas de plata, beben el mejor vino y visten las mejores ropas, ¿cuándo ellos han sentido el frío o el hambre o el sufrimiento por un familiar que muere por no tener dinero para su atención médica?, la respuesta querido lector usted y yo la sabemos: NUNCA
Señores el pueblo se está muriendo de hambre, agonizando por falta de empleo y de oportunidades, no por nada de dos años a la fecha el índice de suicidios se elevó dramáticamente, no por nada son más los niños que dejan los estudios primero por no tener como comprar uniformes , útiles escolares ni cómo hacer el gasto de transportarse a la escuela, y segundo por la necesidad de incorporarse a las filas laborales para ayudar con el gasto familiar, pero ¿ que no la educación es un derecho para todos? Yo más que un derecho me preguntaría ¿Qué no es una necesidad? Como queremos ser un país primer mundista si no tenemos gente preparada, y la poca que tenemos no le brindamos las oportunidades que necesitan para salir adelante por lo que prefieren buscar mejor suerte en otros países que gracias a nuestros pensadores están logrando tener grandes avances tecnológicos, científicos y hasta culturales.
Me gustaría que la cosa acabara en lo que les acabo de decir, pero desgraciadamente aun va más allá, desafortunadamente estos funcionarios y políticos que menciono son ya un grupo de elite, se han pasado el poder y el dinero de mano en mano y siempre los mismos. ¿Cuántos apellidos rimbombantes no reconocemos en las filas de la gente que ahora y no siempre fue rica, y que gracias al pueblo se hizo de sus “billetitos”, cuántos abuelos y padres de los que hoy son políticos no comenzaron a enriquecerse a costillas del pueblo desde hace años, no cree usted que ya ha sido suficiente?
Hablando de abuelos decía el mío: “el dinero llama al dinero” yo lo diría de una manera distinta “el dinero llama al dinero, al poder, a la desigualdad y la injusticia”.

"Si se permite el comentario" de Fisgón

Nada mejor que el humor...

Publicado en la edición del 10 de noviembre de 2010 en el periódico "La Jornada".

miércoles

¿Y dónde está la acción?


Una cosa es decir que aceptamos las críticas y que las celebramos, pero otra muy diferente es aceptarlas sin decir que las aceptamos. Una diferencia básica es la vanagloria que frases como “somos un gobierno abierto a la crítica, que antes de atacarla la defendemos” conlleva. Cuando un presidente dice que acepta las criticas que la sociedad le hace, cuando promueve los congresos para la resolución de problemas que aquejan a toda la sociedad, cuando integra a las minorías a la participación en los grandes debates sobre el rumbo que debe tomar la nación, ese presidente ¿puede ser calificado como un verdadero demócrata? Será considerado como demócrata sólo cuando acepte y tome en cuenta en la acción todas esas críticas que se le han hecho, si no lo hace, correrá el peligro de ser sólo un maldito hipócrita de doble moral. Esa diferencia resulta de vital importancia, pues algunos creen que de las palabras a los hechos hay una conexión mágica: algún día llegará un hecho que logre cambiar las condiciones para lograr un futuro mejor; otros creen que se debe buscar el mejor camino para lograr un cambio significativo, no sólo en política, sino también en la vida cotidiana, en nuestros errores como humanos: debemos buscar las condiciones, no esperarlas.
Esta semana fue inaugurada la sexagésima sexta asamblea general de la Sociedad Interamericana de Prensa, en la que, para no perder la costumbre, se dieron discursos bellísimos sobre la libertad de expresión. El presidente de la República, Felipe Calderón, dijo un discurso en el que, entre otras cosas (incluyendo una justificación de su lucha contra en narcotráfico, los desgraciados esos que socavan la libertad de expresión), dijo que su gobierno acepta las críticas, pues es una condición indispensable para vivir en pluralidad y democracia. Me llamó mucho la atención esto, pues recuerdo los, promovidos por el gobierno federal, “Diálogos por la Seguridad Nacional”. En ellos el gobierno federal escuchó las opiniones de diferentes círculos de la sociedad, dando la promesa de que sus quejas y sugerencias serían tomadas en cuenta. Recuerdo que uno de los reclamos que se le hizo al presidente fue que el narcotráfico no se puede combatir sólo con el fuego, que hace falta cambiar las condiciones de vida de millones de mexicanos que no se pueden acostumbrar al hambre. Han pasado meses y la sangrienta lucha que vive nuestro país sigue focalizada en una lucha meramente militar. Las condiciones sociales que tanto requiere la población: empleo, educación, salud, garantía de la vida, etc., siguen existiendo como fantasmas. Posiblemente hay un alza en la cantidad de empleos, pero ¿quién logra sobrevivir con salarios miserables? Posiblemente hay más estudiantes en las aulas de nuestro país, pero ¿quién les muestra una actitud crítica? Posiblemente hay más personas aseguradas, pero ¿cuánto tiempo tienen que esperar para recibir una atención, no digna, eso sería demasiado, mínima? En cuanto a la garantía de vida, vemos que todo sigue igual o peor: ciudades en las que sus pobladores no pueden salir a la calle por miedo a ser asesinados, o no pueden hacer reuniones pues llegan comandos armados a matar a todos, niños heridos o muertos contados como cifras, etc. ¡Bellas palabras que no se ven reflejadas en la acción!
He visto niños de entre ocho y diez años inhalando solventes. Antes que querer llegar al corazón del lector, quiero llegar a su razonamiento: ¿qué terribles condiciones de vida han llevado a esos niños a tomar el camino de la droga? Tenemos la fortuna de dormir bajo techo, en una cama con cobijas y con un café caliente para apaciguar el frío, pero ¿cuántas personas no pueden tener eso? Y no es una elección, no deciden vivir en la pobreza. Cuando el camino se bifurca entre una realidad llena de hambre, frío, humillación y carencias en general, y la nada, muchos (no excepciones, reglas) prefieren la nada.
Muchos de los “criminales” tampoco deciden llegar al grado de matar a alguien más, si bien deben ser castigados por lo que cometieron. Pero ¿quién castiga a los creadores de las condiciones de pobreza que los llevan a actuar de esa forma atroz? Ninguna persona actúa queriendo hacer el mal, se actúa buscando un bien, puede ser: alimento y vivienda digna a sus familiares, educación para sus hijos, medicina en caso de enfermedad (todo eso cuesta, y no es un precio bajo), a cambio de o una muerte segura o unas temporada en la cárcel, con todos los agravios sociales que eso conlleva. Que actúen de esa manera por mantener con vida a su familia no es justificable, sin embargo puede explicar muchos acontecimientos y ayudarnos a entender el problema para buscar condiciones que le den resolución. Una de las cosas que puede explicar es por qué hay tantas personas que le tienen lealtad a organizaciones criminales. También por qué son tan poderosas esas organizaciones criminales.
Lo anterior resulta obvio, al menos para muchos de nosotros, sin embargo, para aquellas personas que toman las decisiones relevantes de país resulta algo complicado de entender, incluso mostrándoselo, sea por intereses personales, sea por su cuadrada forma de pensar, sea porque esperan la ayuda del espíritu santo, o por lo que sea. El hecho es que mientras estas personas tratan de entender, sin perder la ocasión para presumir su actitud democrática y su apertura al diálogo, los ciudadanos seguimos pagando los platos rotos. Mientras siguen gastando dinero y saliva en diálogos que, al final, resultan meros teatros innecesarios, nuestra democracia se desquebraja y vemos que el bello futuro que prometen se asemeja más a nuestro terrible presente, o peor. Mientras en los discursos se describe una bella sociedad caracterizada por integrar formas de vida y pensamiento, la cotidianeidad de las noticias nos dice que sectores amplios de la sociedad son excluidos y sus ideas rechazadas (el ejemplo de las ONG´s que participaron en los Diálogos por la Seguridad Nacional y que ahora reclaman el tiempo perdido). Mientras los gobernantes siguen defendiendo una doble moral, entre el discurso y la realidad, nosotros seguimos soportando la estupidez resultante, y algunos nos preguntamos ¿dónde está la acción?

jueves

Los Simpsons BANKSY

¿Por qué no podemos creer en los discursos de los políticos?

Ninguna palabra tiene significación por sí misma, es decir, ninguna de ellas tiene la posibilidad de comprenderse si no hay un contexto conceptual que la pueda sostener. Si una persona letrada en física nos comienza a hablar de los conceptos que la física maneja (“quarks”, “campos gravitacionales”, “fuerzas”, etc.) y no nos explica esos mismos conceptos con palabras que conozcamos, es seguro que no podremos entender el discurso, tal vez maravilloso, que esté proclamando en ese momento. La tarea del físico que trate de exponer un tema a un auditorio que no está familiarizado con los temas de la física es hacer mínimamente entendibles esos temas a quienes lo están escuchando. Ahora imaginemos que entendimos los conceptos que el físico explica, que somos capaces de usar esos mismos conceptos en oraciones coherentes y que tenemos la capacidad de explicarlos. Imaginemos que, después de adquirir el conocimiento del discurso, una persona que tiene fama de ser un charlatán se acerca a nosotros y nos da una explicación diferente de los conceptos que hemos aprendido. Si somos lo suficientemente racionales, tendremos la capacidad de arrojar esas palabras lejos de nuestras creencias: pues lo que está en juego es nuestra creencia de cómo está compuesta la realidad. Las palabras del charlatán simplemente serán palabras vacías que no tendrán el mínimo efecto en nuestra comprensión del mundo. ¿Qué diferencia hay entre las palabras usadas en la explicación del eminente científico y las del charlatán? La respuesta es que el primero ha dedicado su vida al estudio de la física y lo que nos expone es su forma, confiable, de ver el mundo, mientras que el segundo ha dedicado su vida a hablar de temas que desconoce por completo y lo que nos expone es su poco confiable forma de ver el mundo, su charlatanería.
Creemos que el científico nos dice enunciados que son cercanos a la verdad, mientras que el charlatán no. Ciertamente, no podemos creer algo que tenemos razones suficientes para decir que es falso y nosotros mismos somos quienes discernimos entre enunciados que sean creíbles y enunciados que sean falsos, por eso una persona suficientemente racional no creería las palabras del charlatán. Muchos de esos enunciado sólo tienen su sustento en “autoridades” que exponen el tema y que creemos confiables (como en el ejemplo anterior), otros tantos tiene su sustento en lo que podemos ver, escuchar, sentir.
Los discursos, pues, se pueden entender cuando hablan de temas que son familiares para nosotros y los podemos creer cuando los pronuncian personas honestas. Ahora, ¿cómo podemos creer los discursos de los políticos?
Pongamos atención a las razones que tenemos para dudar de la información que, bellamente, exponen nuestros representantes. La mayoría de las personas con las que he tenido la posibilidad de hablar sobre temas políticos cree que “todos aquellos que quieren un puesto en la política buscan intereses personales”. Esta regla no es tan grave, una persona razonable buscará aquello que cree mejor, el problema viene cuado adjuntan el siguiente juicio a su creencia: “los intereses de los políticos están lejos del bienestar del pueblo” (interés que, idealmente, debería ser primordial para un político). Y se le puede agregar este otro juicio: “los intereses de los políticos se cumplen lucrando con el bienestar del pueblo”. La creencia de estas personas queda formulado más o menos así: “todos aquellos que quieren un puesto en la política buscan intereses personales que se cumplen lucrando con el bienestar del pueblo y están lejos de éste”. Esta creencia no es gratuita, ha costado muchos años aprenderlo y generalizarlo, pero es una creencia que la mayoría de nosotros comparte, y eso es grave.
Hemos adoptado esta creencia porque los discursos de los políticos están llenos de enunciados que se refieren o una realidad diferente a la que vivimos: “nos acercamos a una verdadera justicia social”, “la crisis no nos hará daño”, “tenemos sistemas de salud con calidad”, “la elecciones se celebrarán apegadas a derecho y sólo hablará la voluntad del pueblo, pues este gobierno –y aquí una de mis frases favoritas– cree firmemente en la democracia”, entre muchas otras que ya nos sabemos. Digo realidad diferente porque a nosotros como ciudadanos nos toca vivir con: hospitales saturados y en condiciones insalubres; precios que van a la alza haciendo inalcanzables, para la mayor parte de la población, viajes, casas, autos, o cosas más básicas, gasolina, educación, ropa y alimento; sistemas judiciales corrompidos desde sus entrañas, que protegen al delincuente (a veces hasta les dan permiso para que sean candidatos); elecciones que pintan para fraude desde antes que comience el proceso electoral, y autoridades que se hacen de la vista gorda o que meten las manos en donde no les corresponde.
Por sexenios y sexenios, trienios y trienios, hemos vivido con discursos que dibujan una realidad que podemos comprobar que no es así, y en lugar de ver algún cambio en las condiciones que pueda favorecer la verdad de esos discursos, vemos cambios que hacen cada vez más creíble su mentira: corrupción en las instituciones del pueblo, información a medias, enormes cuentas bancarias de aquellos que “trabajan para el pueblo” (según sus propias palabras), teatritos y batallas desagradables entre los partidos políticos en las cámaras, etc.
Ante tal situación, y atendiendo a la excesiva creencia en el destino, preferimos quedarnos esperando a que él arregle todo lo que está mal, seguimos esperando la mano divina representada por nuestro salvador. Esperamos a que alguien llegue a explicarnos los discursos que no entendemos, porque a muy pocos les interesa la política, a que alguien haga lo que en verdad le corresponde y preste atención al pueblo, sin que nosotros nos hagamos notar. No entendemos el discurso y no hacemos lo posible por entenderlo.
Seguramente los gobernantes saben que pueden hacer lo que les plazca sin recibir ni una queja de la ciudadanía, o que ninguna pasa de palabrerías; saben que pueden llegar al poder haciendo campañas llenas de promesas imposibles de cumplir, pero dichas de una forma en las que puedan enamorar al pueblo, identificándose con el “gran salvador” que el pueblo tanto espera, aquel que traerá a nuestro bello México lo que se merece. ¿No será que ya tenemos lo que merecemos?

¿Qué le regalaré a México?

Hace no mucho tiempo escuché, en boca de una mujer que goza de abundante fama, un promocional sobre el bicentenario de la Independencia de México y el centenario de la Revolución mexicana. Éste hace una pregunta interesante y la responden con respuestas que no tanto. La pregunta y su contexto son los siguientes: ya que nuestra patria cumple, el próximo dieciséis de septiembre, doscientos años conformada como nación “libre”, y cien años desde que comenzó a “tomar conciencia de sí misma”, a celebrarse el próximo veinte de noviembre con el aniversario de la Revolución, ¿qué le vamos a regalar?
            En un principio pensé en regalarle buenos políticos, aquellos que tomarán decisiones que tengan como fin beneficiar a la población. Pero esto me pareció muy exagerado, ya que nuestras bases empíricas, es decir, los acontecimientos que han ocurrido recientemente en la política, eran diametralmente opuestos. Así que mejor pensé en regalarle algo a una pequeña parte de la población de México (que a fin de cuentas también es México). Para ser más específico, regalarle algo a una parte de mi familia, regalarle algo a Iván. Qué tal una pregunta: un pueblo que nunca ha luchado por la libertad y la democracia ¿tiene derecho a ser libre y democrático? Esa pregunta me llevó a otra: ¿tienen sentido los acontecimientos históricos que estamos a punto de celebrar?
            No tengo un respuesta clara a ninguna de las dos preguntas, lo que sí es que las dos me traen una profunda angustia, no creo que sea posible que lo que ahora vivimos pueda cambiar de un momento para otro, es más, el transcurso de mi propia vida es corto para ver una cambio, con el riesgo (casi seguro) de que ese cambio regrese a los mismos vicios que cualquier otro cambio que haya ocurrido en este país. Lo cual lleva a un sentimiento de absurdo a cualquier persona que viva en la situación de oprimido. Es hacer un trabajo que siempre se derrumbará, cargar con el castigo de Sísifo el resto de nuestra existencia. Pero ¿no ha sido esa la actitud tomada por todos nosotros como mexicanos desde hace ya mucho tiempo?, ¿no es verdad que preferimos agachar la mirada a verle los ojos a quienes nos oprimen? Los resultados que ha traído estas actitudes no son las deseadas por la mayoría, resultados que no nos agradan a muchos.
Esto último lo digo por lo siguiente: hoy, once de marzo de dos mil nueve, me enteré que el señor Carlos Slim posee una fortuna mayor a los cincuenta mil millones de dólares (¡cuántas familias comerían con esta cantidad de dinero!). Cuando ando por las calles haciendo mi trabajo me doy cuenta que no hay muchas personas tengan una fortuna mayor al millón de pesos, mucho menos un millón de dólares. La mayoría de la gente con la que comparto parte de mi día vive con cien o doscientos pesos al día (tomando esta cantidad como alta en el contexto social en el que me desarrollo) hay gente que vive con catorce pesos diarios o menos; muchas de las casas que he visitado no tienen siquiera un medidor de luz y las condiciones en las que viven son infrahumanas: edificios tétricos que propician la delincuencia, condiciones desiguales que provocan un claro resentimiento contra la política mexicana y sus actores principales, provocándome, claro está si se toma en cuenta que mi trabajo es convencerlos de participar en las próximas elecciones, dificultades laborales. Otro dato curioso es que el narcotraficante Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera cuenta con una fortuna de mil millones de dólares; este dato es curioso si se toma en cuenta que, en la lista de multimillonarios publicada por la revista Forbes el año pasado, este sujeto contaba con la misma cantidad de dinero. ¿No nos hace pensar esto que la supuesta “guerra contra el narcotráfico” no está funcionando como nos lo hacen creer los medios de comunicación? Luego nos enteramos que los partidos políticos más poderosos del país, el Partido Acción Nacional y el Partido Revolucionario Institucional, hacen tratos para “beneficiar a la población”, incrementando impuestos que pegarán, directa o indirectamente, a la canasta básica de la mayoría de la población, a cambio de que no existan coaliciones entre el Partido Acción Nacional y el Partido de la Revolución Democrática, en, al menos, dos de las jornadas electorales que se llevarán a cabo en los próximos meses en trece entidades de la república (con un costo de tres mil millones de pesos al erario público). Luego nos enteramos que la Iglesia Católica toma parte en las decisiones importantes que conducen a nuestro país. Esto no sería mal visto en una sociedad como la medieval, en la que los pobladores tenían que ser, por fuerza, creyentes de la fe católica; el problema es que ahora la cosa no es así, ahora hay más opciones para elegir una religión que más convenza o simplemente no elegir ninguna. Esto hace suponer que en México no hay un cien por ciento de católicos. Luego tomamos en cuenta que no todos los mexicanos, debido a que no el cien porciento es católico, incluso no todos los católicos, están de acuerdo con la moralidad de esta religión, tenemos como resultado una injustica para aquellos que no creen (en los que me incluyo), como para aquellos que creen otras cosas, tan válidas como las cosas que creen los católicos. Todos estos acontecimientos son “maquillados” por los medios de comunicación y ofrecidos, ya masticados, a la población mexicana.
            He aquí los grandes inconvenientes de nuestra próxima celebración. Con condiciones de vida tan miserables, con inseguridad en nuestras calles, con falta de empleo, con desigualdad social y económica, con sindicatos corrompidos por la avaricia, con educación deficiente, con pequeñas dádivas del gobierno, ¿tiene sentido decir que cumplimos doscientos años de ser una nación “libre, soberana, democrática y laica”?, ó, ¿tiene sentido celebrar las muertes sin sentido de tantas personas?
            Ante los problemas antes mencionados no hacemos absolutamente nada, algunas veces por falta de oportunidades, otras por pereza y el resto por ignorancia. El gobierno está ahí para defender los intereses de una sociedad, al menos es lo que debería de pasar. Pero ¿qué es lo que encuentran aquellos seres suprahumanos que tienen la capacidad de subordinar la mayoría a la minoría, además de fortunas, despilfarro o placer? Es simple, se encuentran con las condiciones sociales adecuadas para poder hacerse de inmensas fortunas, despilfarrar a costa del alimento de la población, a costa de la vida misma de la mayor parte de los mexicanos, ya que la mayoría no se levanta, y si lo hace, lo hace por conseguir beneficios en corto plazo y sin una buena organización autónoma. Por lo general los líderes sindicales se mueven hacia un lugar que les pueda beneficiar personalmente. La mayoría de los seguidores de estos sindicatos es gente conformista que se queda con una información distorsionada sobre lo que ocurre en su propio lugar de vida. Mucha de la población está en desacuerdo con las decisiones que toman nuestros servidores públicos y sin embargo no hay reclamos; la mayor parte prefiere esconder la cabeza para no quedar inconsciente, aunque ese hecho le cueste la inconsciencia de lo que sucede afuera. Una sociedad en la que la mayoría de sus integrantes no busca la libertad, no lucha por la libertad ¿tiene derecho a ser libre?
            Es un secreto a voces el hecho de que los mayores consorcios del mundo están apoyados por sus gobiernos respectivos y que hablar sobre igualdad de oportunidades es una quimera más irreal que Zeus bebiendo una cerveza en la cochera de mi casa. Esto no lo digo gratuitamente, la mayoría de la población está condenada a seguir la condición económica que sus ancestros. Es muy cierto que las condiciones de vida que los patrones y los gobernantes imponen a la población son nefastas, y que, dentro de esas condiciones nefastas, muchas veces la educación es un lujo. Pero también es cierto que hay casos en los que no interesa ir más allá de lo que está a la vista debido a  que la pereza, que desgraciadamente nos caracteriza, es más imponente que el deseo de informarse sobre lo que pasa, que esa pereza nos pone un vendaje cómodo en los ojos, cómodo en el sentido de que no tenemos la odiosa necesidad de aceptar esa angustia de vivir sin actuar, pero a la vez incómodo en el sentido de que no estamos satisfechos con lo que tenemos. Es cierto también que la población tiene la pesada bota de las minorías sobre la cara y que la libre expresión es subyugada por la amenaza a cortar el ingreso de supervivencia, pero también es cierto que mucha gente que tiene la posibilidad de hablar por los demás prefiere encerrarse en sus propios problemas, sin identificar en la problemática social una de carácter muy personal, como lo puede ser el bienestar social, la economía familiar, etcétera. Parece que estamos esperando a una especie de mesías que llegará para hacer justicia, esperamos a aquel héroe que llegará a derrocar al poderoso y entregará el gobierno a la gente, mientras nosotros seguimos sentados frente al televisor, bombardeados con estúpidos valores que benefician el regreso del tirano derrocado, sin darnos tiempo siquiera de digerir esa cantidad inmensa de información. En caso de que llegue un libertador, su lucha no tendría sentido, la gente olvidaría las condiciones para que ese personaje llegará al poder, y después quedara mitificado como uno de los grandes héroes de la nación, mientras la gente está, de nuevo, esperando la llegada de otro de esos grandes libertadores que le quiten la pesada bota de la cara, prefiriendo comer de las ideas de otros que generar las propias, pensando siempre en el presente sin una mirada a lo que podría ocurrir, sintiéndose mejor al saber que su corazón está latiendo y que cuando pare lo esperará San Pedro a las puertas de paraíso, que darse cuenta que esta podría ser la única vida que tenemos, y que al menos es lo más seguro, con la condición de que algún día vamos a morir y que tal vez sea la única vez que tengamos la posibilidad del placer y del displacer, de la alegría y la tristeza, de la vida y de la muerte. Una sociedad que no se conoce a sí misma, que no sabe de sus límites y mucho menos de su condición, ¿tiene derecho a pedir igualdad?
            Un gobierno no es nada sin la gente, un gobierno, al menos en la actualidad, debe tratar de recaudar la mayoría de las opiniones para tomar las mejores decisiones posibles. Eso es cierto en idea, en la realidad nos encontramos con otras cosas muy diferentes. En lugar de externar nuestra opinión acatamos ordenes (cosa que no siempre es mala, hay lugares en donde nuestra opinión no es solicitada y es mejor actuar bajo las ordenes), en lugar de hablar, preferimos callar. Por todo esto, creo que las celebraciones que están a la puerta y las muertes de los “grandes héroes” fueron acontecimientos sin más sentido que entregar el poder a otros tiranos.
            Por mi parte me quiero dar la posibilidad de hacer algo por este país, aunque sea posible que mis ojos nunca vean un avance, aunque no estoy seguro que alguna vez pueda ofrecer las pautas para un cambio, y que, si lo hago, ese cambio sea benéfico para México. Por mi parte prefiero investigar sobre: esa angustia que me provoca vivir bajo el yugo de los poderosos, quién es mejor opción para gobernar y cómo hacerme merecedor de una libertad. No lo hago por vanidad, lo hago para saber cómo lograr convivir con toda esa gente a la que, muy escasamente, le podría confiar mi vida social