lunes

Una imagen vale más que mil palabras...




No hay cosa que pueda reflejar de mejor manera a nuestros Gobernantes que esta imagen... Incluso los simios son más civilizados.
Juzgue usted si me equivoco.

Cortesía: http://www.banksy.co.uk/

Y otra que nos dice cómo somos...





Mejor los simios ¿no?


Cortesía de nuestros simios, perdón, diputados...

Desde hace diez años...

Tengo muchas cosas que agradecer a mis padres, pero sobre todo agradezco que me permitieran crecer sin prejuicios, agradezco que jamás que hubieran impuesto una religión y agradezco que me hayan dejado formarme un carácter y pensar libremente a pesar de mis tropiezos, pues eso me ha permitido ver las cosas de la manera que las veo hoy en día. Estaba revisando unos discos que hace años quemé como respaldo de mi antigua computadora, por casualidad en uno de esos discos me encontré algunas cosas que había escrito allá por el año dos mil. Extrañamente en esos textos cuestionaba la vida, cuestionaba el hecho del porqué muchas personas tenían posibilidades de viajar, tener una casa, estudiar en una buena escuela, tener un automóvil, hasta cuestionaba el porque me había tocado a mí vivir de la manera en la que estaba viviendo, me quejaba de la falta de oportunidad para estudiar, y sobre todo de la falta de trabajo digno, pero nunca desde que tengo uso de razón he podido quejarme de pasar hambre o frío, porque a pesar de las condiciones económicas por las cuales hubiera tenido que atravesar mi familia siempre hubo aunque sea frijoles para llenar. En ese tiempo comenzaba a ver cómo me discriminaban y me hacían a un lado por hecho de no pensar como la mayoría, me hice vegetariano por defender a los animales, me comenzó a gustar escuchar la música punk, y sobre todo comenzó a interesarme el anarquismo, leía a Mikhail Bakunin y Pierre-Joseph Proudhon, sinceramente sin llegarlos a entender del todo, pues apenas contaba con 15 años, creí que aspirar a vivir en colectivos era lo que más convenía, creí que no tener gobierno, ni amo, ni dios era lo máximo, era partidario de asistir a mítines y marchas en la exedra por apoyar cualquier causa que consideraba justa, incluso se organizaban “colectivos libertarios” para aprender sobre el anarquismo y cómo luchar contra el sistema, afortunadamente considero que maduré un poco y me di cuenta que lo que estaba haciendo no servía absolutamente de nada, empecé a darme cuenta de la desigualdad social y económica que existía en el estado, veía como sufría la gente y como cada vez se veían más y más individuos pidiendo dinero en las calles, deje de ser vegetariano pues qué diablos me importaba un animal si veía por las que estaba pasando el ser humano, consideré más importante ver y hablar sobre los derechos de los hombres antes que preocuparme por cualquier animal, me di cuenta que el camino no era no tener gobierno, ni amo, ni dios, sino más bien tener el gobierno, el amo y el dios que necesitábamos, que al final de cuentas era lo que nos iba a hacer salir de hoyo en que nos encontramos, que nos iban a recuperar de nuestra condición de seres humanos, íbamos a tener dignidad nuevamente. Querido lector estoy hablando de hace diez años atrás, antes de que existiera la inseguridad que impera en estos días, antes de que la corrupción fuera tan descarada como ahora, antes de que se suicidaran niños de quince o dieciséis años por no encontrar salida a los “problemas”, Mucho antes de evidenciar que somos más bestias que humanos, a fin de cuentas.
Hoy en día y después de haber obtenido por fin un buen trabajo, digno, que me permite superarme económica y personalmente, y sobre todo que me permite escribir estas líneas que, al final de cuenta, es lo que más me gusta hacer, hoy que quiero formar una familia, hoy que pienso en darle lo mejor a mi futura esposa, no he dejado de ver ni de importarme los problemas que aquejan a nuestra sociedad, y por ello humildemente por medio de este blog intento seguir haciendo conciencia de que necesitamos actuar, necesitamos cambiar primero nosotros para motivar un cambio en los demás. No hay que ser egoístas y pensar que con el hecho de uno estar bien lo demás no importa, usted, querido lector, podría contestarme ¿qué es lo que nos hace ser humanos? Cabe decir que no busco que me conteste de una manera filosófica, ni científica, busco lo que usted siente, porque yo pienso que lo que nos hace humanos es la filantropía, el hecho de poder preocuparnos por el otro, por los que son de nuestra especie y están en peores condiciones que nosotros, es lo que considero al final nos diferencia de los animales, el saber usar la razón para lo que vale la pena usarla, para salir del hoyo en el que estamos, para aprender de los errores que a lo largo de la historia hemos cometido, superar tantas vejaciones, tantas matanzas sin sentido, que nos han hecho pensar que esa es la naturaleza humana: ser malo y destruirlo todo. Muéstreme, querido lector, que estoy equivocado y que hay esperanza de que el ser humano es algo bueno para el mundo, o ¿deberíamos aceptar de una vez por todas que nuestra verdadera naturaleza es ser egoístas, destructivos y malos?

jueves

Todo Sigue Igual...

Considero es fácil hacer marchas, plantones, huelgas, y mítines. Resulta bastante difícil cambiar conciencias, creencias y modos de pensar, pero resulta todavía más difícil abrir los ojos de la gente e impulsarlos a actuar; no es uno ni dos los que a diario se muestran inconformes con las cosas más variadas, desde el salario tan bajo que obtienen por su trabajo, el estudiante que se queja o de las altas cuotas de instituciones educativas o por la deficiente educación que recibe; aquel que se queja por no haber obtenido un lugar en una escuela, secundaria o preparatoria, disque que porque no hay lugar para todos dicen las autoridades; la ama de casa que ve que cada día logra comprar menos cosas con el “chivo” y ante ello hace hasta lo imposible para ahorrarse unos centavitos ya sea comprando en los lugares más económicos o incluso comprando cosas de no tan buena calidad, pero sabe que no lo va poder hacer mucho tiempo pues el jitomate, el aguacate, el frijol, todo está cada día más caro y a ella le dan a la quincena el mismo “chivo”, pues su esposo recibe exactamente lo mismo cada quincena a pesar de que la gasolina aumenta más y más, a pesar de que cada día gasta más en trasportarse de su casa a su lugar de trabajo y viceversa, y a pesar de que tenga ya varios años trabajando para la empresa que trabaja. En general podemos encontrarnos a un México inconforme, descontento, cansado, y donde quiera escuchamos voces que dicen “ya basta”, vemos surgir líderes que siempre creemos nos van sacar del apuro, decimos “este sí va cambiar las cosas” y atención porque hablo sólo de políticos, porque las conciencias, la manera de pensar se puede intentar cambiar desde un salón de clases, en una tertulia tomando un cafecito, hasta con los amigos disfrutando de unas buenas cervezas. No digo que esto sea suficiente porque obviamente no lo es, el amigo después de las cervezas no se le vuelve ocurrir pensar (menos actuar) sobre la escasa posibilidad que tienen de alimentarse sus vecinos de Norias de Paso Hondo, mucho menos el compañero del café se le ocurre detenerse a tirar la basura en su lugar contribuyendo así a que exista menos contaminación en la ciudad, ni que decir de los alumnos que nada más suena la campana de fin de clases y olvidan que la democracia no ha demostrado ser la mejor forma de gobierno y por lo tanto seria tiempo de pensar en una mejor.
Se ha escuchado constantemente, de un tiempo para acá, que no tarda en estallar una revolución social, que no falta mucho para que el pueblo se levante en armas contra sus gobernantes y contra sus patrones, que el pueblo ya está cansado de tanta injusticia, que ya mero llega quien va cambiar la cosas, y yo no dejo de preguntarme: ¿cando es ese “ya mero”?, ¿qué tanto es ese tiempo que ha tardado cientos de años en llegar? No me diga usted, querido lector, que la injusticias sociales o la desigualdad económica es de solo 10 años la fecha, porque no es así, a mis padres y a mis abuelos antes que a ellos, les tocó vivir lo que es ser explotados por unos cuantos pesos, mientras que las empresas, y los patrones obtienen ganancias exageradas, lo que a ellos o a mi nos pagan, por hacerlo, diez pesos, ellos lo venden en 50 o hasta más.
No puedo evitar en este punto recordar lo que decía un filósofo muy querido para mí acerca del pensamiento (me refiero a George Steiner, en su libro diez (posibles) razones para la tristeza del pensamiento), creía que era demasiado dudoso creer que algo que a mí se me hubiera ocurrido no hubiera sido pensado por alguien más. Considero tiene razón, pues yo no soy el primero que ve las injusticias sociales, yo no soy el primero en tratar de hacer conciencia, y mucho menos soy el primero en intentar actuar porque no me gusta el México en el que vivo, y el problema radica precisamente en eso, en que no soy el primero, lo que me hace inevitablemente pensar: ¿por qué antes no ha funcionado?, ¿por qué todos esos cientos de personas inconformes no se unen y alzan la voz?, ¿por qué esos millones de personas que no tienen el México que desean no actúan para cambiarlo?, ¿por qué esperan un mesías que les diga cómo y cuándo hacerlo? ¿Qué opina usted querido lector? ¿Vivimos así porque es lo que merecemos?
Me gustaría tener las respuestas para compartirlas con usted, desafortunadamente todo me inclina a pensar que se debe a nuestra naturaleza como mexicanos, a nuestra pereza, a nuestro constante esperar a que lo haga alguien más.

Una de polecias...

Hoy fui a visitar a un viejo amigo que, a causa del desempleo, se vio en la necesidad de dedicarse a la venta de películas pirata o dicho más elegantemente se dedica a vender clones de películas. Entre la plática salió la pregunta obligada de cómo le estaba yendo con el negocio, triste y enojado me contestó que desgraciadamente ésta era la última semana que iba a dedicarse a eso. Supuse en principio que era debido a que no vendía los suficiente para mantener a su esposa e hija pequeña, pero inmediatamente comenzó a decirme que la razón se debía a que ayer por la tarde le “cayo la ley”, contrario a lo que pudiera haber pensado yo (que en ese momento fue que le habían reventado el negocio) continuó diciéndome que los policías estos de patrullas azules con gris (estatales) le habían dicho que tenía dos opciones para seguir en el negocio: 1.- que se iba a tener que reportar mensualmente con la cantidad de cuatro mil pesos, a cambio de que los sujetos estos, que según ellos su lema es “proteger y servir”, lo dejaran trabajar sin problemas, o 2- que les iba a tener que comprar a ellos todo lo que vendiera. (Cabe aclarar que mi amigo no es más que un vendedor de bajo nivel pues él mismo ha descargado las películas de internet y las almacena en su computadora para después irlas quemando). Lo que querían estos policías era venderle a mi amigo las películas, que quien sabe dónde consigan, para que él las vendiera en su “negocio”. No quiero discutir aquí el hecho de que si la piratería está bien o mal, en mi muy particular punto de vista mi amigo sólo está intentando ganarse la vida a falta de oportunidades de trabajo, y lejos de andar robando o haciendo cosas que directamente afectan a ciudadanos comunes y corrientes prefirió dedicarse a esa actividad que menciono, supongo que a las compañías multinacionales dueñas de casas cinematográficas solo les está quitando unos cuantos pesos que ni les van ni les vienen. Pues bien, mi amigo luego de contarme ese hecho continuó diciéndome lo impotente que se sentía ante el hecho de que es la misma “autoridad” los que le impiden trabajar, y por ende llevarles de comer a su familia y que además lo amenazan para que haga lo que ellos ordenan. Inevitablemente recordé que hace como 15 o 22 días fui detenido por un oficial de tránsito municipal, argumentando el señor que había dado un vuelta en “U” en lugar prohibido; yo de manera educada le respondí que no había ningún señalamiento que indicara que la vuelta en “U” estaba prohibida; estábamos en esa discusión cuando se unió a el otro patrullero, solo que este era policía, se bajó de la patrulla y con tono déspota le pregunta al oficial de tránsito que si le hablaba al ya tan temido alcoholímetro, a lo que respondió que lo más seguro es que sí, que le fuera hablando. En ese momento yo reaccioné e interrumpí diciendo que de qué se trataba, que no había tomado una sola gota de alcohol que me dirigía a mi casa y siempre pasaba por ese mismo lugar sin problema, a lo que el policía respondió palabras más palabras menos: mire amigo se le va multar por la vuelta prohibida, además por el alcoholímetro, no hablamos de pocos pesos, mejor hay que arreglarlo aquí en corto antes de que lleguen los de la prueba, le va salir más barato nada más lo de la vuelta. Yo ya molesto, y tal vez incorrectamente, le dije que si se trataba de dinero que no traía más que veinte pesos, suponiendo que no les iba llegar al precio, irónicamente el policía me dice, “bueno de perdido para el cafecito” y yo de “¡chin!, no se crea ya me acordé que no traigo nada, es más ni cartera traigo”, afortunadamente era cierto (excepto que si traía los veinte pesos), “así que si quiere nos esperamos al alcoholímetro, les va salir más cara la gasolina nada más para que vean que el único alcohol que tengo en la sangre es el del enjuague bucal de la mañana”. Por supuesto los oficiales no iban a quedar muy contentos con mi respuesta, y así fue que me hicieron vaciar todo lo que traía en las bolsas en el cofre de una de las patrullas, mientras que uno revisaba el carro, según ellos en busca de botellas. Pues bien, entre las cosas que puse en el cofre estaba el billete de veinte pesos, el policía lo agarró se lo guardó y me dijeron que me fuera y que no me querían volver a ver por ahí porque a la otra iba irme peor por quererme pasar de listo. El hecho aquí no es el “robo” de mis veinte pesos, sino que inevitablemente pienso: un policía es tan pero tan corrupto como para venderse por V-e-i-n-t-e pesos, imagine, querido lector, lo que no hará por la cantidad de dinero que les da el crimen organizado; cree usted que sus superiores no están enterados de los actos de atropello que cometen, por ejemplo en el caso de mi amigo vendedor de piratería, y todavía las autoridades quieren vendernos la idea de que se está acabando con la corrupción de las filas policíacas, si es bien sabido por todos que los altos mandos están metidos hasta el cuello en el lodo, es más son ellos, me atrevo a decir los que propician que sus subordinados cometan los actos de corrupción que cometen. Lo malo es que todavía tenemos que preguntarnos ¿hasta cuándo se acabará con todo esto?, ¿qué no vemos a diario que muchos de los crímenes que cometen están liderados por policías? ¡Que tristeza! Es el México en el que vivimos, ¿sabrán los hijos(as) de estos señores corruptos que el pan que les lleva su padre está lleno de sangre, que es resultado de actos de corrupción? Señores se predica con el ejemplo, va para ustedes también señores diputados y senadores, ¿están contentos y conformes con el sistema de justicia que han creado y se atreven a mantener?, ¿creen que la mentira de ese “mando único” va venir a salvarnos? Estamos viendo que no funciona, y ni funcionará porque, como dije, la corrupción está desde las mismísimas entrañas del sistema, todo el sistema está contaminado, por lo tanto el sistema no funciona.

Los ricos más ricos, los pobres más pobres

Hablar de desigualdad social parece ser algo cotidiano, incluso muchos nos hemos acostumbrado a ello, no como los pobres a la pobreza, pero es común ver y enterarnos por cualquier medio de funcionarios públicos con sueldos elevadísimos, más de 30 o 40 mil pesos mensuales, además de que se las da “apoyo” de gasolina, alimentación, incluso a unos hasta carro del año se les proporciona para el desempeño de sus funciones. Lo que es de preocuparse es que estos mentados funcionarios tienen trabajos que deberían de realizarse por puro amor al pueblo, es decir, los diputados, senadores y funcionarios públicos de alto nivel en teoría trabajan por y para el pueblo, pero desgraciadamente esos sueldos tan elevados que se les paga han convertido a esos puestos en un negocio, (el más lucrativo de todos, pues la cosa no para en el sueldo y los apoyos sino que ademas se les da la oportunidad de encajarle la uña a otros piquitos más como los “favores”, el tan mentado “échame la mano y yo me pongo guapo contigo”, no es difícil ver estos favores que menciono, pues existen fraccionamientos en lugares que no debieron ser autorizados, permisos de venta de alcohol y tabaco cerca de centros educativos, puestos fantasma para familiares del funcionario que los introducen dentro de la nómina pero sin desempeñar ninguna actividad propiamente o el ya tan famoso “son asesores” y un sinfín de abusos de poder, perdón de favores, que podría mencionar y esto se volvería una lista lejos de ser una reflexión). En la actualidad quien busca ser senador o diputado está lejos de querer ayudar al pueblo, al contrario busca vivir a costillas del pueblo, busca una vida de comodidad y riqueza, yo me pregunto y ruego a usted querido lector se pregunte conmigo: ¿Qué no esos puestos lejos de ser tan bien pagados deberían de ser realizados por altruismo? Imagino, solo por el deseo de soñar con un México justo, todo el dinero que se ahorraría el gobierno disminuyendo hasta el 80 o 90% del sueldo de todos los senadores y diputados, que insisto trabajan por y para el pueblo, claro además de disminuirles sus aguinaldos, sus ingresos para “gestión social”, sus “apoyos” que recordemos ascienden a más de medio millón anual por cada uno; imagino en todo lo que podría ser bien utilizado ese dinero salud, educación, alimentación, todo para los que menos tienen, pero cómo van a entender estos señores las necesidades de la gente que gobiernan si solo estrechan sus manos profiriendo un montón de promesas que jamás van a cumplir, cómo van a sentir estos señores lo que sufre el pueblo si ellos comen en bandejas de plata, beben el mejor vino y visten las mejores ropas, ¿cuándo ellos han sentido el frío o el hambre o el sufrimiento por un familiar que muere por no tener dinero para su atención médica?, la respuesta querido lector usted y yo la sabemos: NUNCA
Señores el pueblo se está muriendo de hambre, agonizando por falta de empleo y de oportunidades, no por nada de dos años a la fecha el índice de suicidios se elevó dramáticamente, no por nada son más los niños que dejan los estudios primero por no tener como comprar uniformes , útiles escolares ni cómo hacer el gasto de transportarse a la escuela, y segundo por la necesidad de incorporarse a las filas laborales para ayudar con el gasto familiar, pero ¿ que no la educación es un derecho para todos? Yo más que un derecho me preguntaría ¿Qué no es una necesidad? Como queremos ser un país primer mundista si no tenemos gente preparada, y la poca que tenemos no le brindamos las oportunidades que necesitan para salir adelante por lo que prefieren buscar mejor suerte en otros países que gracias a nuestros pensadores están logrando tener grandes avances tecnológicos, científicos y hasta culturales.
Me gustaría que la cosa acabara en lo que les acabo de decir, pero desgraciadamente aun va más allá, desafortunadamente estos funcionarios y políticos que menciono son ya un grupo de elite, se han pasado el poder y el dinero de mano en mano y siempre los mismos. ¿Cuántos apellidos rimbombantes no reconocemos en las filas de la gente que ahora y no siempre fue rica, y que gracias al pueblo se hizo de sus “billetitos”, cuántos abuelos y padres de los que hoy son políticos no comenzaron a enriquecerse a costillas del pueblo desde hace años, no cree usted que ya ha sido suficiente?
Hablando de abuelos decía el mío: “el dinero llama al dinero” yo lo diría de una manera distinta “el dinero llama al dinero, al poder, a la desigualdad y la injusticia”.

"Si se permite el comentario" de Fisgón

Nada mejor que el humor...

Publicado en la edición del 10 de noviembre de 2010 en el periódico "La Jornada".

miércoles

¿Y dónde está la acción?


Una cosa es decir que aceptamos las críticas y que las celebramos, pero otra muy diferente es aceptarlas sin decir que las aceptamos. Una diferencia básica es la vanagloria que frases como “somos un gobierno abierto a la crítica, que antes de atacarla la defendemos” conlleva. Cuando un presidente dice que acepta las criticas que la sociedad le hace, cuando promueve los congresos para la resolución de problemas que aquejan a toda la sociedad, cuando integra a las minorías a la participación en los grandes debates sobre el rumbo que debe tomar la nación, ese presidente ¿puede ser calificado como un verdadero demócrata? Será considerado como demócrata sólo cuando acepte y tome en cuenta en la acción todas esas críticas que se le han hecho, si no lo hace, correrá el peligro de ser sólo un maldito hipócrita de doble moral. Esa diferencia resulta de vital importancia, pues algunos creen que de las palabras a los hechos hay una conexión mágica: algún día llegará un hecho que logre cambiar las condiciones para lograr un futuro mejor; otros creen que se debe buscar el mejor camino para lograr un cambio significativo, no sólo en política, sino también en la vida cotidiana, en nuestros errores como humanos: debemos buscar las condiciones, no esperarlas.
Esta semana fue inaugurada la sexagésima sexta asamblea general de la Sociedad Interamericana de Prensa, en la que, para no perder la costumbre, se dieron discursos bellísimos sobre la libertad de expresión. El presidente de la República, Felipe Calderón, dijo un discurso en el que, entre otras cosas (incluyendo una justificación de su lucha contra en narcotráfico, los desgraciados esos que socavan la libertad de expresión), dijo que su gobierno acepta las críticas, pues es una condición indispensable para vivir en pluralidad y democracia. Me llamó mucho la atención esto, pues recuerdo los, promovidos por el gobierno federal, “Diálogos por la Seguridad Nacional”. En ellos el gobierno federal escuchó las opiniones de diferentes círculos de la sociedad, dando la promesa de que sus quejas y sugerencias serían tomadas en cuenta. Recuerdo que uno de los reclamos que se le hizo al presidente fue que el narcotráfico no se puede combatir sólo con el fuego, que hace falta cambiar las condiciones de vida de millones de mexicanos que no se pueden acostumbrar al hambre. Han pasado meses y la sangrienta lucha que vive nuestro país sigue focalizada en una lucha meramente militar. Las condiciones sociales que tanto requiere la población: empleo, educación, salud, garantía de la vida, etc., siguen existiendo como fantasmas. Posiblemente hay un alza en la cantidad de empleos, pero ¿quién logra sobrevivir con salarios miserables? Posiblemente hay más estudiantes en las aulas de nuestro país, pero ¿quién les muestra una actitud crítica? Posiblemente hay más personas aseguradas, pero ¿cuánto tiempo tienen que esperar para recibir una atención, no digna, eso sería demasiado, mínima? En cuanto a la garantía de vida, vemos que todo sigue igual o peor: ciudades en las que sus pobladores no pueden salir a la calle por miedo a ser asesinados, o no pueden hacer reuniones pues llegan comandos armados a matar a todos, niños heridos o muertos contados como cifras, etc. ¡Bellas palabras que no se ven reflejadas en la acción!
He visto niños de entre ocho y diez años inhalando solventes. Antes que querer llegar al corazón del lector, quiero llegar a su razonamiento: ¿qué terribles condiciones de vida han llevado a esos niños a tomar el camino de la droga? Tenemos la fortuna de dormir bajo techo, en una cama con cobijas y con un café caliente para apaciguar el frío, pero ¿cuántas personas no pueden tener eso? Y no es una elección, no deciden vivir en la pobreza. Cuando el camino se bifurca entre una realidad llena de hambre, frío, humillación y carencias en general, y la nada, muchos (no excepciones, reglas) prefieren la nada.
Muchos de los “criminales” tampoco deciden llegar al grado de matar a alguien más, si bien deben ser castigados por lo que cometieron. Pero ¿quién castiga a los creadores de las condiciones de pobreza que los llevan a actuar de esa forma atroz? Ninguna persona actúa queriendo hacer el mal, se actúa buscando un bien, puede ser: alimento y vivienda digna a sus familiares, educación para sus hijos, medicina en caso de enfermedad (todo eso cuesta, y no es un precio bajo), a cambio de o una muerte segura o unas temporada en la cárcel, con todos los agravios sociales que eso conlleva. Que actúen de esa manera por mantener con vida a su familia no es justificable, sin embargo puede explicar muchos acontecimientos y ayudarnos a entender el problema para buscar condiciones que le den resolución. Una de las cosas que puede explicar es por qué hay tantas personas que le tienen lealtad a organizaciones criminales. También por qué son tan poderosas esas organizaciones criminales.
Lo anterior resulta obvio, al menos para muchos de nosotros, sin embargo, para aquellas personas que toman las decisiones relevantes de país resulta algo complicado de entender, incluso mostrándoselo, sea por intereses personales, sea por su cuadrada forma de pensar, sea porque esperan la ayuda del espíritu santo, o por lo que sea. El hecho es que mientras estas personas tratan de entender, sin perder la ocasión para presumir su actitud democrática y su apertura al diálogo, los ciudadanos seguimos pagando los platos rotos. Mientras siguen gastando dinero y saliva en diálogos que, al final, resultan meros teatros innecesarios, nuestra democracia se desquebraja y vemos que el bello futuro que prometen se asemeja más a nuestro terrible presente, o peor. Mientras en los discursos se describe una bella sociedad caracterizada por integrar formas de vida y pensamiento, la cotidianeidad de las noticias nos dice que sectores amplios de la sociedad son excluidos y sus ideas rechazadas (el ejemplo de las ONG´s que participaron en los Diálogos por la Seguridad Nacional y que ahora reclaman el tiempo perdido). Mientras los gobernantes siguen defendiendo una doble moral, entre el discurso y la realidad, nosotros seguimos soportando la estupidez resultante, y algunos nos preguntamos ¿dónde está la acción?