jueves

Una de polecias...

Hoy fui a visitar a un viejo amigo que, a causa del desempleo, se vio en la necesidad de dedicarse a la venta de películas pirata o dicho más elegantemente se dedica a vender clones de películas. Entre la plática salió la pregunta obligada de cómo le estaba yendo con el negocio, triste y enojado me contestó que desgraciadamente ésta era la última semana que iba a dedicarse a eso. Supuse en principio que era debido a que no vendía los suficiente para mantener a su esposa e hija pequeña, pero inmediatamente comenzó a decirme que la razón se debía a que ayer por la tarde le “cayo la ley”, contrario a lo que pudiera haber pensado yo (que en ese momento fue que le habían reventado el negocio) continuó diciéndome que los policías estos de patrullas azules con gris (estatales) le habían dicho que tenía dos opciones para seguir en el negocio: 1.- que se iba a tener que reportar mensualmente con la cantidad de cuatro mil pesos, a cambio de que los sujetos estos, que según ellos su lema es “proteger y servir”, lo dejaran trabajar sin problemas, o 2- que les iba a tener que comprar a ellos todo lo que vendiera. (Cabe aclarar que mi amigo no es más que un vendedor de bajo nivel pues él mismo ha descargado las películas de internet y las almacena en su computadora para después irlas quemando). Lo que querían estos policías era venderle a mi amigo las películas, que quien sabe dónde consigan, para que él las vendiera en su “negocio”. No quiero discutir aquí el hecho de que si la piratería está bien o mal, en mi muy particular punto de vista mi amigo sólo está intentando ganarse la vida a falta de oportunidades de trabajo, y lejos de andar robando o haciendo cosas que directamente afectan a ciudadanos comunes y corrientes prefirió dedicarse a esa actividad que menciono, supongo que a las compañías multinacionales dueñas de casas cinematográficas solo les está quitando unos cuantos pesos que ni les van ni les vienen. Pues bien, mi amigo luego de contarme ese hecho continuó diciéndome lo impotente que se sentía ante el hecho de que es la misma “autoridad” los que le impiden trabajar, y por ende llevarles de comer a su familia y que además lo amenazan para que haga lo que ellos ordenan. Inevitablemente recordé que hace como 15 o 22 días fui detenido por un oficial de tránsito municipal, argumentando el señor que había dado un vuelta en “U” en lugar prohibido; yo de manera educada le respondí que no había ningún señalamiento que indicara que la vuelta en “U” estaba prohibida; estábamos en esa discusión cuando se unió a el otro patrullero, solo que este era policía, se bajó de la patrulla y con tono déspota le pregunta al oficial de tránsito que si le hablaba al ya tan temido alcoholímetro, a lo que respondió que lo más seguro es que sí, que le fuera hablando. En ese momento yo reaccioné e interrumpí diciendo que de qué se trataba, que no había tomado una sola gota de alcohol que me dirigía a mi casa y siempre pasaba por ese mismo lugar sin problema, a lo que el policía respondió palabras más palabras menos: mire amigo se le va multar por la vuelta prohibida, además por el alcoholímetro, no hablamos de pocos pesos, mejor hay que arreglarlo aquí en corto antes de que lleguen los de la prueba, le va salir más barato nada más lo de la vuelta. Yo ya molesto, y tal vez incorrectamente, le dije que si se trataba de dinero que no traía más que veinte pesos, suponiendo que no les iba llegar al precio, irónicamente el policía me dice, “bueno de perdido para el cafecito” y yo de “¡chin!, no se crea ya me acordé que no traigo nada, es más ni cartera traigo”, afortunadamente era cierto (excepto que si traía los veinte pesos), “así que si quiere nos esperamos al alcoholímetro, les va salir más cara la gasolina nada más para que vean que el único alcohol que tengo en la sangre es el del enjuague bucal de la mañana”. Por supuesto los oficiales no iban a quedar muy contentos con mi respuesta, y así fue que me hicieron vaciar todo lo que traía en las bolsas en el cofre de una de las patrullas, mientras que uno revisaba el carro, según ellos en busca de botellas. Pues bien, entre las cosas que puse en el cofre estaba el billete de veinte pesos, el policía lo agarró se lo guardó y me dijeron que me fuera y que no me querían volver a ver por ahí porque a la otra iba irme peor por quererme pasar de listo. El hecho aquí no es el “robo” de mis veinte pesos, sino que inevitablemente pienso: un policía es tan pero tan corrupto como para venderse por V-e-i-n-t-e pesos, imagine, querido lector, lo que no hará por la cantidad de dinero que les da el crimen organizado; cree usted que sus superiores no están enterados de los actos de atropello que cometen, por ejemplo en el caso de mi amigo vendedor de piratería, y todavía las autoridades quieren vendernos la idea de que se está acabando con la corrupción de las filas policíacas, si es bien sabido por todos que los altos mandos están metidos hasta el cuello en el lodo, es más son ellos, me atrevo a decir los que propician que sus subordinados cometan los actos de corrupción que cometen. Lo malo es que todavía tenemos que preguntarnos ¿hasta cuándo se acabará con todo esto?, ¿qué no vemos a diario que muchos de los crímenes que cometen están liderados por policías? ¡Que tristeza! Es el México en el que vivimos, ¿sabrán los hijos(as) de estos señores corruptos que el pan que les lleva su padre está lleno de sangre, que es resultado de actos de corrupción? Señores se predica con el ejemplo, va para ustedes también señores diputados y senadores, ¿están contentos y conformes con el sistema de justicia que han creado y se atreven a mantener?, ¿creen que la mentira de ese “mando único” va venir a salvarnos? Estamos viendo que no funciona, y ni funcionará porque, como dije, la corrupción está desde las mismísimas entrañas del sistema, todo el sistema está contaminado, por lo tanto el sistema no funciona.

No hay comentarios:

Publicar un comentario